31 julio, 2009

Tanino y Los 300

Los 300 es un gran grupo de amigos que se reunen en torno a una afición común por el vino. Es esta pasión la que les lleva a atender al parto de sus propios caldos que después comparten y disfrutan con aquellos que les queremos.
Los 300 viven cada evento vinícola como una gran fiesta, un punto de encuentro en el que conversan, juegan, ríen, beben, comen, bailan y comparten sus horas, sus alegrías y sus pesares, hablan de la vida y de lo intrascendente, cocinan quilos y quilos de carne o preparan paellas gigantescas al calor del fuego improvisado, bailan con propios y extraños y entonan cantos micrófono en ristre, compiten en largas partidas de cartas, aprenden un poco más de los secretos de los vinos y de los cavas, se conocen mejor o se conocen de nuevas. Son vivarachos, divertidos, elocuentes, acogedores y muy generosos.
A nosotras nos han abierto las puertas de su casa y nosotras hemos llevado a Tanino en representación. Ellos le han tratado como si fuese de la familia y él, allí se ha quedado, tan a gusto. Y no nos extraña nada.

16 julio, 2009

Y llegó el momento...

Y el día llegó. Y en un antiguo apartamento de Bloomsbury, Lizaminina y Nino, madre e hijo se reencuentran por fín. Y han pasado densos años y alegrías a medias. Y ahora se miran.
Nino llega con una nube gris en su corazón. El desasosiego de la incansable búsqueda de Nina ha minado sus ilusiones. Le cuesta entenderla, saber por qué huye después de tantos años de distancia, por qué no ha logrado perdonarle... Y le pregunta a su madre:
- Mamá, ¿Por qué te fuiste y me dejaste solo, pequeño y aturdido? ¿Por qué me dejó Nina?
Y Lizaminina mira a su hijo con ternura, seca sus fugaces lágrimas de desesperación y le responde con todo el tiempo que da el amor. Le dice que ella no le abandonó a él sino a una vida estrecha, cuadriculada, demasiado corta. Pero cometió el error de no llevarle consigo y no se ha perdonado por ello nunca. Le dice que su padre fue un buen esposo pero nunca llegó a comprender del todo que ella era tenía un alma de artista y no podía vivir atada a una casa, a una rutina, a un sinfín de obligaciones.
Lizaminina le dice a su hijo que recapacite, que busque en su memoria los porqués de su ruptura con Nina, de la mentira, de la incomprensión, que nunca deje de saber que ella es del circo como el circo de ella y que la deje decidir.
Se abrazan, lloran un poco y entonces, la nube gris de Nino se convierte en un arco de color.

07 julio, 2009

Desvío de la rectitud

Volverá a por mí. Lo presiento. Como aquella noche en la que, siendo joven, escapó de la vigilancia de sus padres y se adentró en la espesa humareda de aquel club para sentir la música de cerca. Él, que había aprendido de la mano del maestro Tárrega, jamás se había separado de la rigidez de sus partituras, pero había oido hablar de aquellas sesiones... Sus dedos empezaron a contagiarse del ritmo imperante en el club y casi ciego de emoción no dudó en subir al escenario con su guitarra. Tocó toda la noche, hiló melodías que jamás hubiese imaginado crear, improvisó como sólo haría de nuevo una vez en su vida al declarar su amor por quien, según su familia, no le convenía.
A pesar de todo, sabía que los tentáculos de la música volverían a por él, a arrastrarle a lo que le había unido a Lizaminina en secreto sin que ella lo supiera, a inyectarle de nuevo esa espontaneidad que quedaba tan lejana a su imagen proyectada...

NINOS

Y Ninos apareció en nuestro taller, revolviéndolo todo: el orden, los colores, las ideas, el tiempo.
Y no había hecho más que empezar...