
Cuando dormimos nuestra memoria se acurruca como un bebé en la tripa materna y nos sacudimos de maldades, preocupaciones o disgustos. El sueño es reparador, como la inocencia, como la magia que vive en las mentes infantiles. En esas primeras edades nos sentimos felices y seguros, como si durmiésemos en un nido, como si todavía pudiésemos escuchar el latido de nuestra madre.
Pensamos en esto cuando emprendimos la marcha hacia la ciudad natal de Nina. Si su voluntad era la de alejarse del pasado tormentoso al lado de Nino, quizás el lugar que acunó su infancia podía ser un buen refugio, un envoltorio placentario seguro y lleno de recuerdos felices.
Nina nació cerca del mar, podía escuchar su rumor pausado por la noche y la llegada de los barcos pesqueros. El mar daba de comer a su familia y traía en sus olas noticias de otras culturas. Nina correteó por calles de blanco porte, blanco de Perla; y años más tarde tuvo que ver como esos mismos lugares que la vieron crecer lloraban desgarradamente. Hoy el mar trae de nuevo gentes del mundo que admiran la belleza de la ciudad y sueñan con vivir allí para siempre.
¡Eh! ¿Dónde nació Nina? ¿Nos ayudáis? Un premio le espera al ganador. Lo sortearemos entre las respuestas correctas. Y el sorteo será... prontito, prontito.